Marco Tulio Cicerón (autor)
Tratado de los deberes, de Cicerón
Tras leer el Tratado de los deberes, de Cicerón, evoco la pregunta obligada. ¿Quién dijo que la filosofía es aburrida, que no se entiende o que no tiene aplicación en la vida diaria? Esta obra es, exactamente, una muestra del extremo opuesto a esos tópicos sobre la afición a la sabiduría.
La república, la familia, la honestidad del individuo
Cicerón tuvo que sufrir la decadencia de su amada república en favor de dictaduras e imperios. Este tratado es una bellísima defensa de los valores más tradicionales que construyen la sociedad en cualquier época y lugar. Y forma un triángulo de acero, indestructible, mientras se respete la Ley Natural que defiende de forma explícita.
Para Cicerón y los pensadores de su escuela cualquier acto humano debe estar presidido por la honestidad. De esa forma, el individuo, la familia y la república (cosa pública), o sociedad, son un edificio sólido, bello y útil. Así pues no permite separar lo útil de lo honesto. Cicerón las trata como una misma cosa. Y yo añado para que quede claro: Lo que parece útil, pero es deshonesto, a largo plazo no es útil. Y ninguna de las tres partes está libre de destrucción sin las otras o sin la honestidad.
Conservar, lo bueno
Así pues, en el Tratado de los deberes, de Cicerón, nos encontramos ante un discurso con un equilibrio aplastante. El tratado lo deberían releer y recordar de forma permanente todos los dirigentes de nuestros tiempos.
Es conservador, sí, de todo lo bueno que permite al ser humano respetar a los dioses y a la Ley Natural. Por lo que su enseñanza es atemporal, como mi tía Soni escribió en la dedicatoria de mi ejemplar cuando me lo regaló en 1975.
Ejemplos de la Historia
La redacción es muy interesante. Las reflexiones y afirmaciones son argumentadas con ejemplos de su época histórica o hechos escritos en crónicas antiguas de Grecia, Roma o Cartago. Una verdadera delicia sobre la Historia para añadir al disfrute de su ética.
La moral que defiende Cicerón no deja ni una sola virtud pendiente de estudio. Recuerda mucho a la coherencia de Sócrates, Jesús, Séneca o Tomás Moro. Denunciantes de la corrupción a cualquier coste.
Al cielo de los libros.